Julio Iglesias: La modestia a mi edad es falsa
Antes de su visita a Córdoba, el gran cantante y creador habla de todo. De su música, de las mujeres, de Argentina, de Gardel. Y no se guarda nada de nada.
Suena el celular y una voz en español dice:
–Vale, ¿qué quieres saber de mí que tu madre no te haya contado ya?
Así inicia la conversación Julio Iglesias.
Él mismo se encarga de llamar por teléfono a quien va a hacerle la nota. Es una costumbre muy poco frecuente. El hombre que entró en el Guinness de los récords por varias puertas diferentes (cantidad de álbumes, cantidad de público y otras yerbas), que tiene discos del material que se nos ocurra en las paredes de su estudio, llama a un teléfono en sudamérica, que está en el bolsillo de un redactor que se encuentra en el baño y tiene que salir a las corridas para poder grabar.
Para romper el hielo, como si no hubiera alcanzado con la primera pregunta, Julio Iglesias suelta una afirmación que se pone a la altura del saludo de Paul McCartney en el Mario Kempes:
“Voy a sorprender a la gente de Córdoba porque estoy vivito y coleando, no culeando”.
Durante la charla, el autor de La carretera y Me olvidé de vivir dejará frases memorables.
–¿Cómo te llevás con Córdoba? ¿Te gusta?
–¿Cómo me voy a llevar con los cordobeses, flaco, si he tenido 10 novias en Córdoba, por el amor de Dios? Yo era muy sinvergüenza en otras épocas.
–Hablás en pasado, como si hubiera mermado tu afán conquistador.
–No, todo lo contrario. Pero mi cabeza tiene que dirigir mi cuerpo cada vez más, así que cuando la cabeza mira, el cuerpo se espabila. Pero es cada vez más difícil, o sea que si me quieres preguntar sobre mi vida sexual, me adelanto y te digo que es una mierda.
–En este sencillo acto tiramos por tierra el mito de tu fama con las mujeres.
–Qué fama, tío; lo que cuenta es que he hecho álbumes como el de tango que son una joya, que tengo 73 años y estoy vivo. Y que ahora estoy cantando un álbum con Calamaro que me encanta, con Diego Torres, con Eros Ramazzotti, con Juan Luis Guerra, con Joaquín Sabina. Estoy feliz. Y en enero empiezo a grabar un álbum con Justin Timberlake, con Rihana, con los chicos americanos jóvenes. Estoy feliz, flaco, tengo fuerza para meterme al estudio que es la cosa más jodida del mundo.
–¿Por qué es tan jodida?
–Porque el estudio, aparte de ser un rincón donde uno pierde conciencia de la calle y se mete en un embudo de donde no sabes cómo salir (y cuando sales sale mal), es un lugar difícil. Y sobre todo cuando has vendido muchos discos, siempre tienes que pensar si a la gente le seguirás gustando, es terriblemente complicado el estudio; hice muchos álbumes en muchos idiomas, y de verdad, después de tantos años grabando, llega un momento en que el espíritu se va transformando y no sabes dónde tienes el espíritu verdadero.
«Si me quieres preguntar sobre mi vida sexual, me adelanto y te digo que es una mierda».
–Hablando de lo prolífico de tu carrera, ¿se puede tener humildad con tu currículum?
–Con la humildad y la sonrisa se nace; con la naturalidad, con el carisma, con la aptitud para jugar tenis o para escribir, se nace. Y después se va corrigiendo, y si eres capaz de aprender a aprehender, entonces te conviertes en un señor que escribe de puta madre, o en un cantante que aprende a cantar. Luego vas aprendiendo más, porque la gente es muy generosa cuando tú eres humilde. No hay un puto héroe que no sea vulnerable. Si no eres vulnerable ante la vida, la gente no te quiere. Y si la vulnerabilidad es natural, la gente te quiere. El pueblo no se puede engañar después de tres generaciones. Al pueblo le puedes decir una cosa durante tres años, pero tres generaciones no.
–Varias generaciones en China y Japón te adoran, ¿cuál fue el gancho para ese mercado?
–No tiene lógica ese gancho: cantar en español o inglés a los chinos y que te entiendan y compren tus discos. Hace unos veinte años, me dieron el disco de oro por haber vendido en China cinco millones de discos, en la época en que el 95% de los álbumes eran piratas. El haber llegado al pueblo chino, y que me dieran permiso para cantar en la televisión nacional, fue salir en 800 millones de televisores, y con eso creo que quedé viviendo muchos años en el alma de ese pueblo, eso favoreció mucho mi carrera allá.
–Se acerca tu cumpleaños, ¿cómo vas a festejarlo?
–No festejo ya esas cosas, por amor de Dios, de ninguna manera. Mi mujer me dice: “Papi, tenemos que hacer alguna cosa”. Y le digo: “No, mamá, vamos a cenar tú y yo juntos y me tienes que tratar como si tuviera 42 años”. De verdad es que tengo buenos cumpleaños, pero nada de empezar con las copas, los brindis de felicidad y la puta madre, no, no, no.
«Con la humildad y la sonrisa se nace; con la naturalidad, con el carisma, con la aptitud para jugar tenis, se nace».
–Mi padre era un generoso, un poco visionario, un tipazo. Entonces me dio una libertad que en aquella época seguramente no existiría. Yo quedé muy mal después del accidente que tuve, y quedé en recuperación casi tres años. Luego seguí andando con bastones y mi padre me preguntó: “¿Qué quieres hacer?”. Yo sentía mucha vergüenza de estar en el barrio y que me vieran así después de haber sido un poco héroe de esta gente en el Real Madrid, ¿por qué no me voy a Inglaterra a hacer un curso de inglés para poder hacer mi Doctorado en Diplomacia? Y me dejó ir. Y anduve con bastones y me las ingenié para sobrevivir, esa fue la ayuda más grande que me dio mi padre: la libertad de darme la oportunidad de ser libre. Y ahí aprendí a hacer cosas que no había aprendido: el mundo sajón influyó muchísimo en mi vida y eso fue importantísimo en mi carrera musical.
–¿En qué sentido?
–Porque pude ver otra cultura, comunicarme con música de ritmo, de beat. Vi el nacimiento de Los Beatles. Cuando volví a España, seguí cantando con la guitarra, pero cuando tuve la primera oportunidad de ir a Estados Unidos, hice mi primer disco en inglés y vendí 20 millones, con lo cual mi carrera se expandió universalmente; esa es la verdad, con toda la inmodestia del mundo. La modestia a mi edad es falsa.
–Hiciste cosas arriesgadas en tu carrera, como sacar un álbum de tango. ¿Te fue bien en Argentina con él?
–No; el álbum de tango fue muy criticado en Argentina y a la vez uno de los más vendidos en mi carrera. Es una joya, claro que no es Piazzolla ni es un tango intelectual, ese tipo de tango ya está hecho por los grandes tanguistas, y después de Gardel ya no se puede hacer mucho. Yo me atreví, primero porque adoro a Gardel, que es parte de la historia como Frank Sinatra o Roberto Carlos, o esos 10 artistas universales que amo y admiro profundamente. Cantar a Gardel fue un honor para mí, porque estoy cantando los tangos de él, aunque de manera un poco menos ambiciosa, lo canté más largo y funcionó en el mundo entero.
–El 8 de septiembre fue el “Día de Julio Iglesias”, una fecha que se instituyó en Miami en 1997. ¿Te saludaron muchos?
–No me llamó nadie, la madre que me parió, nadie. El único que se ha recordado eres tú.
El artista se encuentra en su estudio mezclando las canciones de Sabina y Juan Luis Guerra. Acaba de terminar con la colaboración de Calamaro y Diego Torres. “Al álbum lo tengo terminado en unos días más. Es la música mejicana vuelta a cantar. La idea mía era no olvidar a esos grandísimos autores, entonces cogí a artistas populares, el grupo Camila y Sin Bandera, o a Thalía. Y tengo un álbum interesantísimo porque han cantado gentes de todos los estilos y hay tantos contrastes que va a sorprender. Es histórico”, afirma.
–¿Qué sensación te embarga cuando subís a un escenario?
–Hace 40 años, los nervios. Hace 30, la ansiedad. Hace 20 años, el cariño. Hace 10, la generosidad de la gente. Y hoy, el alma y la cabeza juntas con la del público. Es difícil cuando se juntan ambas cosas, y si Dios te da vida para llegar a ese momento, es una maravilla.
Para ver. El cantante se presenta el 6 de octubre a las 21.30 en Orfeo Superdomo. Las entradas van desde los $345 a los $2.875 (más service charge). En Boleterías: efectivo y tarjetas Visa, MasterCard y Amex. Vía web: sólo tarjeta Visa, en www.ticketbis.com.