¿Hasta cuándo eres joven y con cuántos años anciano? El debate sobre las etapas de la vida
Es difícil no meter la pata porque ni siquiera sociólogos y demógrafos tienen respuesta.
Tener una edad ya no es lo que era. Unas etapas -juventud, edad adulta y vejez- se han estirado marcadas por el trabajo, el acceso a la educación y la mejora de la alimentación, mientras otras -infancia, preadolescencia y adolescencia- se han comprimido. Las búsquedas en Google de joven de 34 años, 35, 36, 37 e incluso 38 demuestran que es un término de uso corriente aunque a muchos nos suene impropio. A la vez la pubertad se adelanta cada vez más y nadie -o al menos nadie de más de 30 años- se atrevería a llamar «anciano» a una persona de 70, aunque lleve años jubilada.
Los grupos de edades han cambiado tanto en el último siglo que los que ahora tienen 80, pero también los de 30, son unos pioneros. «Están explorando territorio desconocido, no tienen elementos de la tradición en los que apoyarse», dice aVerne Pau Miret, investigador del Centre d’Estudis Demogràfics de Barcelona (CED).
Estos cambios en las etapas de la vida no han ocurrido de repente aunque la sociedad tarde en asimilarlos. La esperanza de vida al nacer en 1900 en España era de 34 años (la alta mortalidad infantil influía en que fuese tan corta). Los últimos datos del INE, de 2014, la situan ya en 80,1 años para los hombres y 85,6 en las mujeres.
Las nuevas tecnologías aceleran el fin de la infancia
Los niños antes recibían los conocimientos de forma vertical, a través de los adultos, de quienes dependían emocionalmente. Ahora su acceso a la información es horizontal de la manos de las nuevas tecnologías -televisión, tabletas y móviles-, y su conocimiento del mundo es mayor. Esto se traduce en que su periodo de dependencia emocional y de inocencia se acorta, como explica a Verne Almudena Moreno, socióloga de la Universidad de Valladolid y coautora del Informe de la Juventud en España 2012.
Los avances en alimentación y medicina conllevan cambios biológicos como que la pubertad llegue de media un año antes. De la misma forma, «las nuevas tecnologías están cambiando elementos cognitivos que modifican el cerebro», según la experta. Es difícil señalar una edad precisa en la que el niño pasa a ser preadolescente, pero Moreno maneja una encuesta sobre bienestar infantil que hoy en día sitúa la línea en los ocho años.
«En el aspecto inmaterial, los rituales de paso de la preadolescencia a la adolescencia y de la adolescencia a la vida adulta se van comprimiendo; otra cosa es que les interese mantener ese estatus de adolescente [equivalente a ausencia de responsabilidades] durante más tiempo», explica la socióloga. El inicio de las relaciones sexuales podría ser un indicador que marque el fin de esa época y estas también se han adelantado dos años de media.
Becas para ‘jóvenes menores de 40’
Cuando se deja atrás la adolescencia, en esto de las edades «todo está muy relacionado con la evolución del mercado de trabajo, con cuándo se inserta y sale uno», explica Miret. Hay tres transiciones que marcan el fin de la juventud y el inicio de la edad adulta, prosigue: la económica (valerse por sí mismo), la residencial (dejar la vivienda de los padres) y la familiar (tener pareja y/o hijos). «Las tres se están retrasando y y se siguen retrasando todos los años», explica.
Ya no es extraño encontrar, por ejemplo, convocatorias de becas o concursos para jóvenes investigadores o artistas menores de 40 años. Las encuestas oficiales de juventud hasta 1982 estudiaban a los menores de 20 años. En 1985 el Injuve (Instituto de la Juventud) aumentó la horquilla hasta los 30, pero ahora algunos organismos llegan hasta los 35.
«También hay hitos muy importantes, por ejemplo -apunta Julio Pérez- que tus padres sigan vivos». Si a principios de siglo una persona de 40 años estaba en el final de su vida, hoy no solo es muy fácil que vivan sus padres, sino en algunos casos, hasta sus abuelos. Este demógrafo y sociólogo del CSIC recuerda un ejemplo muy gráfico: cuando fue a visitar a un hombre de 102 años en Menorca le recibió su hija de 82, alegre, con un vestido de lunares y los labios pintados. «La chica de la casa».
El periodo de juventud también dura más ahora porque los padres de esos jóvenesse lo pueden permitir y no se ven obligados a trabajar antes, según Pérez. La prolongación de los años de formación influye también este alargamiento. A lo largo del siglo XX se ha visto cómo aparecía y se extendía la educación obligatoria. Ahora ya no solo es habitual hacer una carrera universitaria, sino que es más frecuente hacer también un máster o un doctorado.
Los mayores de hoy no son los ancianos de antes
«Casi todos los cambios en demografía tienen que ver con la buena alimentación», afirma Julio Pérez. Los adultos de hoy cuando llegan a la tercera edad no son como los de antes. No porque ahora se les cuide más o tengan más protección del Estado, sino porque ha cambiado su vida anterior, antes de llegar a la vejez y entran en esta etapa en mejores condiciones económicas y de salud, según el experto.
De todas formas, aclara el demógrafo, «en el saco de los mayores se mete a gente con historias muy distintas: los que trabajaron como torneros no llegan igual que los que trabajaron en el sector servicios».
Y luego está «el gran cambio, el de verdad», que es el que se ha dado en las mujeres, que empezaron a ir a la universidad en los 60 y 70. «Han sido innovadoras, revolucionarias» y de su mano llegarán las transformaciones demográficas más radicales en el futuro.
Pero volviendo al presente, ¿se puede llamar «anciana» o «vieja» a una persona de 75 años? «Se considera que una persona entra en la vejez cuando ha dejado de trabajar. Le damos el carnet de la tercera edad y otras prebendas por el hecho de ser ‘persona mayor’, que no es más que un eufemismo», explica contrariado Miret. «Deberíamos encontrar palabras distintas a ancianos«.
Recuerda que cuando en 1967 se universalizaron los 65 años como la edad de la jubilación a una persona le quedaban solo seis o siete años de vida autónoma por delante. Hoy puede tener dos décadas más, 10 años con autonomía y otros 10 con alguna dificultad pero no impedida. En las estadísticas del INE, los indicadores de mortalidad en 1975 agrupaban las franjas de edad «hasta 85 años y más», mientras a partir de 1991 se ampliaron algunas tablas «hasta 100 años y más».
«Tendría que haber cambiado nuestra concepción de las personas mayores, pero socialmente no ha cambiado tanto. Lo vemos en profesionales prejubilados a partir de los 50 años», dice Miret.
Las nuevas edades del hombre
Pérez insiste en que hacer una foto fija en demografía es muy complicado y que hablar de edades es «tramposo», porque los 50 años de hoy no serán los mismos que los 50 años de los niños que nazcan hoy.
Tanto él como Miret observan con atención el envejecimiento de la pirámide de población y los cambios que se están produciendo, pero no como algo negativo.
La edad adulta -apróximadamente, de los 40 a los 65- tendrá que cambiar y aumentar también, opina Miret. A los 40 años hace un siglo se era viejo y ahora se es joven. «Reciben mucha presión laboral, social y familiar, y el apremio sobre la fecundidad ha aumentado también de una manera terrible. Habrá que disminuir la carga sobre esta población y alargarla para después», dice Miret. Mientras el Estado provee el sistema educativo para la juventud y el de sanidad y las pensiones para los mayores, a los adultos «les ha dejado solos» y están, en opinión de este experto, «sometidos a un estrés brutal».
Antes de despedirse -sin ánimo de complicar más las cosas, asegura él-, Pérez desliza que no solo han cambiado las edades, sino que ya ni se puede hablar de etapas de la vida. «Empieza a haber sociólogos que dicen que todo ha estallado, que todo esto de pensar en los ciclos de vida es cosa del pasado. Puedes vivir con tus padres y tener pareja, o tener pareja pero vivir independientemente».
«¡Que ya tienes una edad!», reñía un padre cada vez que consideraba que su hijo veinteañero no estaba siendo lo suficientemente adulto. «¡Pues claro que tengo una edad, todo el mundo tiene una edad!», respondía él irónico porque, hablando en plata, tener una edad ya casi no significa nada.