Hallan la raíz del consumo compulsivo de alcohol

Un circuito neuronal en el cerebro de los ratones controla el desarrollo de trastornos de consumo compulsivo de alcohol. De replicarse en humanos, este hallazgo podría abrir una nueva vía de tratamiento

 

(Laura Tardon. Elmundo.es)

Hace décadas que se busca una explicación científica para entender por qué algunas personas pueden beber simplemente una copa y, sin embargo, otras sienten el impulso de seguir con la segunda, la tercera… Es lo que se conoce como consumo compulsivo. Un fenómeno que, por alguna razón desconocida hasta la fecha, no le afecta a todo el mundo. Ahora, un grupo de investigadores ha encontrado en un circuito neuronal la llave a esta incógnita que podría abrir la puerta a una nueva vía de tratamiento para este tipo de adicción.

 Un «paso extremadamente prometedor», aunque, teniendo en cuenta que el hallazgo se ha dado en ratones, «antes deben replicarse los mismos resultados en humanos», aclara Cody Siciliano, el principal autor de este trabajo que acaba de ver la luz en las páginas de la revista científica ‘Science‘.
 Todo empieza con una pregunta: ¿Qué diferencias individuales existen entre la actividad neuronal de una persona que se conforma con la primera y otra que se anima más y más? Se sabe que más del 80% de los adultos están expuestos al alcohol a lo largo de su vida, pero menos del 30% desarrollará un trastorno relacionado con esta sustancia.

Con el objetivo de encontrar una explicación a esta vulnerabilidad que presenta sólo una parte de la población, Siciliano y otros expertos en farmacología, conocimiento cerebral y adicciones del Instituto de Tecnología de Massachusetts, la facultad de Medicina de la Universidad Vanderbilt y del Instituto Salk de La Jolla, se dispusieron a trabajar con ratones.

 Mediante técnicas de neuroimagen específicas observaron las conexiones entre la zona prefrontal medial y del tronco encefálico, donde se podría decir que reside la impulsividad. El experimento consistió en dar de beber a estos animales de laboratorio de tal forma que se identificaron tres grupos: ratones que bebían poco, ratones que paraban en cuanto notaban los efectos adversos del alcohol, tales como náuseas, vómitos o malestado general, y ratones no tenían fin a pesar de los efectos negativos del alcohol, tales como náuseas, vómitos o malestado general. Es decir: bebedores bajos, bebedores sensibles a los efectos negativos y grandes bebedores inmunes a los mismos.

Tras estos comportamientos, y por primera vez, se pudieron comparar las imágenes longitudinales neuronales desde el comienzo de la exposición al alcohol hasta el desarrollo de patrones compulsivos. La conclusión parecía obvia. Había clara diferencia en las conexiones entre quienes dejaban de beber y quienes seguían consumiendo una detrás de otra. En estos últimos, las conexiones estaban más inhibidas. Incluso los autores han demostrado que manipulando este mecanismo, conseguían aumentar o disminuir la compulsión.

 Esto significa que «un circuito neuronal en el cerebro de los ratones controla el desarrollo de trastornos de consumo compulsivo de alcohol«, afirma Siciliano, lo que se traduce en un «biomarcador que podría convertirse en un objetivo para las terapias; siempre que los hallazgos se demuestren en humanos».

En palabras de Toni Gual, jefe de la Unidad de Alcohología del Hospital Clínic de Barcelona, «sabíamos que había base genética, pero no conocíamos los mecanismos por los que ésta se expresa». No obstante, continúa el experto, «hay que mirar estos resultados con precaución. Hasta que se puedan extrapolar a humanos, hay todo un recorrido por hacer». Lo que sí es cierto es que viene a confirmar que «la adicción al alcohol es una enfermedad, no un vicio. Existe un sustrato biológico que explica por qué una persona frena y otra continúa bebiendo».

Además, si en un futuro el hallazgo se replica en humanos, abre la puerta a la identificación de individuos de alto riesgo, de forma que se podrían establecer estrategias de prevención. Cabe recordar que «aparte de la base genética, también hay factores ambientales que favorecen el consumo compulsivo, abusivo y crónico de alcohol y esos serían los que habría que intentar evitar», comenta Vicente Gasull, coordinador del grupo de trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).

El tiempo dirá si estos resultados también podrán abrir una nueva línea terapéutica basada en fármacos capaces de modular los circuitos alterados e implicados en este tipo de consumo de alcohol. Actualmente, agrega Gual, «el tratamiento convencional es el psicoterapéutico. No disponemos de medicamentos muy eficaces. Los autorizados tienen un efecto muy moderado».

Los autores de la investigación recuerdan que el consumo excesivo de alcohol es una de las cuatro causas principales de muerte prevenible, junto al tabaco, la mala dieta y la falta de ejercicio. Está relacionado con más de 200 enfermedades, tales como la cirrosis hepática, enfermedad hipertensiva, ictus hemorrágico, fibrilación auricular y algunos tipos de demencia o cáncer, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En este apartado, se estima que el riesgo de tumores digestivos asociados al consumo de alcohol aumenta entre un 10% y un 30% por cada dos copas de alcohol consumidas al día. En general, el alcohol incrementa las probabilidades de padecer cáncer bucal, esofágico, laríngeo, de hígado y de mama; y en menor medida, de estómago, colon y recto. De hecho, el 10% de los cánceres en el varón y el 3% en la mujer están inducidos por el alcohol.

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